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COLLAGES

Exposición de collages del autor en Calafell durante el mes de mayo de 2015

Una mirada a nuestro mundo nos refleja un mundo barroco El artisano pretende mostrar en este trabajo de collage el mundo contemporáneo y su sistema de valores. Un mundo resquebrajado, roto, quebrado, caótico…, un mundo disperso, troceado… Un mundo en el  que el espacio ha dejado de ser lugar de acogida, un continuum en el que se instala el hombre, se ha destruido la unidad, se ha vuelto ventana, trozo, porción, enemigo descubierto. Si nos paramos a pensar un  poco no es difícil percatarse de que ya no percibimos el espacio como algo unitario. Siempre lo recibimos a través de un marco, espacio-cuadro, ventanas, televisión, cine, móvil, cámaras, espacio publicitario. Un espacio que aparenta unidad y belleza, pero solo son eso: trozo, porción, fragmento, parte, pedazo, sección, fracción, resto, residuo, triza, cacho, pizca, astilla, esquirla…, siempre desgajado de la unidad. Siempre con el sema intrínseco de ruptura aunque su apariencia externa sea la de belleza; apariencia, tema muy del Barroco y de plena actualidad. Bien es cierto que “Si la mona se viste de seda, más mona queda”. Y con eso pretendemos tapar, opacar la realidad. Todo es diseño, forma, estampa, imagen, aspecto, hechura, figura, maneras, estilo, procedimientos, modales… Pero por mucho que nos empeñemos en taparlo con bellezas o diseños, se trata de un espacio cuarteado, partido, fraccionado,  escindido, desintegrado, troceado, cortado, fraccionado, quebrado, roto… Ya no hay un espacio protector, estamos a la intemperie. Es la conciencia del exilio del hombre en el mundo, en un mundo que ha dejado de ser naturaleza y unidad con el hombre para escindirse en fruto de su de la codicia: un recurso que explotar. Estos espacios imposibles, esas escaleras que no llevan a ninguna parte que algo recuerdan a Maurits Cornelius Escher, esas contigüedades que relacionan interiores con exteriores y que no llevan a ninguna parte, que crean espacios imposibles, esas ciudades inventadas. Esos detalles contradictorios de auténtico oxímoron que reflejan realidades descoordinadas (día-noche…). Pero son bonitos y en sí mismos maravillosos. El problema es la descontextualización. Espacio metáfora del hombre actual. Porque en el arte siempre debe estar presente el hombre. A veces la ausencia es una forma de presencia, o también puede estar presente en el resultado de sus actos. Esos cuadros llenos de objetos, abigarrados bodegones, donde cada objeto se individualiza por su ilocalización funcional. No tienen contexto propio, están aislados, a pesar de ser multitud. Por eso no pueden cumplir función alguna que no sea la meramente decorativa. Generar una apariencia de belleza. En este caso el artista no ha querido utilizar el otro recurso barroco de crear la apariencia de perfección (Soneto “Mientras competir con tu cabello”, de Góngora), porque en este mundo contemporáneo se ha perdido el afán perfeccionista. Vale todo. Eso sí, con buen diseño. Eso hace que cada objeto atraiga la atención sobre sí mismo y sobre su forma convirtiéndose en meros objetos desfuncionalizados, es decir, decorativos.  La decoratividad es otra de las características de este trabajo, así como la deshumanización, presente en la ausencia de la figura humana o en esas figuras recompuestas. Solo parcialmente manifestada en algunas de las partes de su anatomía: el hombre roto. Ese hombre de los siglos XX y XXI, un ser para el que es más importante tener que ser. Eso representa todo ese cúmulo de objetos que se  amontonan estéticamente sin que sirvan para nada.  Nada es lo que parece, ese gran teatro del mundo y de las apariencias cuando cierra la función. Por eso solo hay lenguas que hablan, y ojos que ven pero que no miran. No hay orejas para escuchar. El hombre está expulsado del contexto en el que vive, lo ha conceptualizado todo y se ha hecho añicos. Decorados, tramoya, representación, hermosa, pero vacía, sin función, verduras maravillosas y primorosamente presentadas, pero llenas de gusanos, cuadrados mondrianescos que encarcelan la ciudad, pájaros que se posan en el humo de los aviones… Pero todo muy decorativo y muy bello. 										Felipe de la Bellacasa i Tardons
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